Libro Blanco
Introducción
Durante más de cien años, desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 hasta la invasión ilegal a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022, la supremacía del espacio aéreo en la batalla la definía la nación con los aviones tripulados más avanzados y los pilotos mejor entrenados. Estas plataformas eran caras, construidas para durar y cuya pérdida resultaba económicamente dolorosa. Este modelo ya no es válido. Los sistemas aéreos no tripulados (UAS), baratos, autónomos y cada vez más sigilosos, están reescribiendo las reglas de la guerra moderna. Los drones no necesitan pistas de aterrizaje, ni hangares, ni tripulaciones de vuelo y, en algunos casos, ni siquiera pilotos. Pueden lanzarse desde camiones aparcados, volarse desde fuera de las fronteras nacionales e incluso controlarse a distancia desde miles de kilómetros.
Dos operaciones recientes ponen de relieve hasta qué punto los drones han puesto patas arriba la defensa aérea tradicional. En primer lugar, el 1 de junio de 2025, la operación ucraniana "Telaraña" desplegó 117 drones explosivos ocultos en camiones de carga en las profundidades de Rusia. Estos drones destruyeron bombarderos con capacidad nuclear en cinco regiones, causando unos daños estimados en 7.000 millones de dólares. Con un coste operativo de unos 234.000 dólares, es un claro ejemplo de cómo un dron barato puede inutilizar o destruir una aeronave de 100 millones de dólares.
Doce días después, la operación israelí "León Naciente" demostró el poder de los drones preposicionados junto con un ataque más tradicional. Pequeños drones explosivos, colocados meses antes, interrumpieron los radares y las comunicaciones iraníes, despejando el camino para que más de 200 cazas, incluidos los avanzados F-35, atacaran más de 100 objetivos militares y nucleares. El resultado fue una integración perfecta de plataformas autónomas y potencia aérea tripulada en un asalto único y sincronizado.
La iniciativa "ReArm" de la UE, dotada con 800.000 millones de euros y vigente hasta 2027, incluye los drones y contra-UAS (cUAS) entre las "prioridades apremiantes en materia de capacidades". Los aliados de la OTAN se han comprometido a aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, más del doble del objetivo anterior. Estas inversiones reconocen no sólo la amenaza de los drones comerciales de bajo coste, sino también el auge de sistemas avanzados como los drones controlados por fibra óptica, inmunes a las interferencias¹, los drones de ala fija, de bricolaje, del tamaño de un insecto, los spoofing² y otros.
Las implicaciones son claras: ahora se puede violar el espacio aéreo sin que el atacante entre nunca en el país objetivo. Los drones pueden cruzar fronteras sin utilizar aeródromos, permanecer inactivos durante semanas o meses y atacar con precisión mientras los operadores pasan desapercibidos, sin ser cuestionados y, a menudo, sin ser localizados.
Este informe se basa en los conjuntos de datos operativos de Dedrone de 2024 y 2025 en Europa, Oriente Medio y Asia, para examinar la evolución de los comportamientos y tácticas de los drones. Analiza patrones en cruces fronterizos, operaciones nocturnas, perfiles de fabricantes y métodos de detección, identificando cómo están cambiando estos comportamientos y qué revelan sobre la próxima fase de la amenaza.
Sección 1
Hoy en día, los drones, baratos y prescindibles o destruibles, están dando la vuelta a más de un siglo de suposiciones sobre la defensa aérea y cambiando la forma en que las naciones se protegen a sí mismas. Los conflictos del mundo real han demostrado este cambio y han puesto de manifiesto los límites de las defensas aéreas diseñadas para las amenazas convencionales. Los drones, especialmente cuando se despliegan en enjambres o se combinan con inteligencia en tiempo real y sistemas de ataque tradicionales, pueden desmantelar los sistemas defensivos incluso antes de que se activen. No se trata de anomalías aisladas, sino de las primeras demostraciones de un cambio más amplio en la forma de aplicar el poder militar.
Los datos de la red 2025 de Dedrone confirman que estas tácticas se están convirtiendo en rutina. Cuando solo quedan tres meses para que acabe el año, el 37,5 % de las detecciones en Europa, Oriente Próximo y Asia se han producido de noche, lo que indica que los operadores aprovechan deliberadamente las condiciones de visibilidad reducida para eludir la vigilancia tradicional.
Las nuevas tecnologías amplifican aún más la amenaza. Los drones equipados con capacidades de guerra electrónica (EW) pueden interferir o falsear las comunicaciones, perturbando tanto la detección como las contramedidas. Muchos de ellos operan lo suficientemente silenciosamente como para no ser advertidos hasta que es demasiado tarde, creando una presión psicológica persistente sobre el personal encargado de mantener el terreno o de proteger físicamente los activos clave. Estas amenazas merodeadoras son invisibles, impredecibles y capaces de atacar sin previo aviso.
En conjunto, estas pautas indican un cambio estratégico. La combinación de plataformas de bajo coste, tácticas centradas en el sigilo y herramientas avanzadas de contravigilancia significa que el espacio aéreo ya no puede protegerse únicamente con medidas tradicionales. Los drones no sólo están añadiendo una nueva capa al entorno de amenazas, sino que lo están redefiniendo. Esto está obligando a los ejércitos a replantearse cómo, dónde y cuándo deben operar las defensas. Los países que no se adapten se enfrentarán a adversarios capaces de atacar con precisión, cruzar fronteras a voluntad y explotar vulnerabilidades más rápidamente de lo que los sistemas tradicionales pueden responder.
Sección 2
Durante décadas, las defensas aéreas fueron caras y se basaron en la suposición de que las amenazas se detectarían con tiempo para reaccionar y que merecía la pena hacerles frente con contramedidas igualmente caras. Esta lógica se ha venido abajo. Los UAS, baratos, obligan ahora a los ejércitos a emplear interceptores multimillonarios o a improvisar respuestas peligrosas a corta distancia, lo que da ventaja al atacante.
Los datos de Dedrone de 2025 de Europa, Oriente Medio y Asia muestran que sólo tres categorías (DJI, Autel y bricolaje) representaron el 94,70% de todas las detecciones:
El 5,3% restante de las detecciones se reparte entre docenas de otros fabricantes. Esta concentración significa que, hoy en día, la inmensa mayoría de los drones en los escenarios operativos proceden de ecosistemas conocidos y disponibles comercialmente, y se están utilizando a gran escala.
Si echamos la vista atrás a 2024 (enero-agosto), DJI también domina el panorama de amenazas, pero en mucha mayor medida. DIY ha crecido, al igual que muchos otros drones más pequeños que han ganado cuota. Este cambio hacia la diversidad indica el rápido ritmo de evolución de las amenazas de drones a medida que los pilotos amplían sus horizontes a otras plataformas más difíciles de detectar.
Con este estrecho pero creciente conjunto de plataformas, la economía del defensor se vuelve aún más desequilibrada si no consigue adaptarse. Piénsalo:
Dado que los atacantes pueden fabricar y sustituir en masa estos drones por una fracción del coste que supone detenerlos, el desequilibrio económico es insostenible para los defensores.
La concentración en DJI, Autel y DIY es un problema, pero también una oportunidad:
En este momento, la concentración de detecciones en torno a DJI, Autel y las construcciones DIY parece una oportunidad para los defensores: afinar los sensores, optimizar las contramedidas y centrar la planificación operativa contra casi el 95% de las amenazas conocidas. Pero la realidad es más dura. En este tipo de guerra, incluso si las defensas neutralizan casi todo ese 95%, un solo dron que se cuele puede causar daños descomunales. Esa asimetría no desaparece, simplemente cambia. Esto es lo que hace que el nuevo espacio de batalla sea tan inquietante: los defensores no pueden permitirse fallar ni una sola vez.
Sección 3
La guerra con drones está evolucionando a un ritmo que los sistemas de defensa tradicionales nunca pudieron alcanzar. Lo que antes requería años de investigación, creación de prototipos, pruebas y adquisiciones, ahora puede conseguirse en cuestión de meses, o incluso semanas, gracias a componentes baratos, cadenas de suministro globales y conocimientos de código abierto. No se trata sólo de un cambio tecnológico, sino de una inversión completa de las viejas reglas del dominio aéreo, en el que la velocidad y la adaptabilidad importan más que el tamaño o el coste.
Cada avance en la capacidad de los drones ha desencadenado una respuesta igualmente creativa por parte de los defensores, sólo para encontrarse con otra adaptación por parte de los atacantes. Los primeros cuadricópteros disponibles en el mercado eran vulnerables a las interferencias de radio. Los drones preprogramados lo evitaban eliminando la necesidad de una señal en directo. Aparecieron los inhibidores de GPS, por lo que los atacantes adoptaron la navegación inercial para volar sin guía por satélite. Luego llegaron los cables de fibra óptica, que eliminaban por completo las emisiones de radio y hacían que los drones fueran indetectables por los sensores convencionales. El ciclo continuó con los drones kamikaze FPV, que convirtieron la tecnología de consumo en armas guiadas de precisión, y enjambres que abrumaban las defensas por su gran volumen.
Estos avances ya no son dominio exclusivo de los ejércitos estatales. Los kits de bricolaje, la impresión en 3D y los mercados mundiales en línea permiten a los insurgentes, las milicias e incluso las redes criminales disponer de sofisticadas capacidades aéreas. Las herramientas necesarias, los foros de codificación, las piezas de consumo y unos pocos miles de dólares son mucho más accesibles que las flotas de reactores y los pilotos entrenados que definieron el poder aéreo durante más de un siglo. La "fuerza aérea mínima viable" es ahora un proyecto de aficionados, y esa realidad cambia permanentemente el equilibrio de poder.
La inteligencia artificial (IA) está potenciando este ciclo. La IA generativa y la simulación de adversarios permiten a los operadores diseñar, probar y perfeccionar nuevas tácticas de drones en entornos virtuales antes de que lleguen a volar. Esto significa que pueden desarrollarse y desplegarse objetivos autónomos, coordinación de enjambres en tiempo real y perfiles de misión adaptables MUCHO más rápido de lo que puede responder la I+D en defensa tradicional. Los modelos de IA de código abierto ponen estas capacidades a disposición no sólo de los ejércitos, sino también de agentes no estatales. Pronto, los drones autónomos podrán ajustar sus propias rutas en pleno vuelo, responder a intentos de interferencia o seleccionar objetivos alternativos sin intervención humana.
La velocidad de esta evolución significa que los gobiernos a menudo están reaccionando ante la amenaza de ayer cuando la de mañana ya está en el aire. Las agencias de defensa ya no tienen el control exclusivo de las reglas del dominio aéreo. La innovación impulsada por la IA y de bajo coste da a los adversarios la capacidad de desafiar incluso a los ejércitos más avanzados, y la ventaja será para quien pueda adaptarse más rápidamente. Si los defensores no consiguen igualar este ritmo, los cielos pertenecerán al más ágil, no al más poderoso.
La imagen de arriba es de Crazyswarm2, un proyecto de IA de enjambre de drones de código abierto en GitHub. Proporciona código, documentación y ejemplos que ponen el vuelo coordinado de varios drones al alcance de cualquiera con conocimientos básicos. Lo que antes requería laboratorios estatales y presupuestos de defensa, ahora puede ser aprendido y desplegado por aficionados o grupos armados utilizando recursos gratuitos en línea. Este acceso abierto acelera la difusión de las tácticas de enjambre y pone capacidades aéreas avanzadas en manos de actores no estatales.
Sección 4
La amenaza de los drones modernos no solo es diferente, sino más compleja. Más del 80% de las detecciones realizadas en 2025 en Europa, Oriente Próximo y Asia se identificaron mediante sistemas de radiofrecuencia, pero el creciente número de vuelos silenciosos demuestra lo rápido que está evolucionando el reto de la detección. Los operadores emplean ahora drones de formas más variadas y sofisticadas que nunca:
La base de esta adaptabilidad es la modularidad, la capacidad de intercambiar cargas útiles, sistemas de navegación o manipuladores de sensores para adaptarse a la misión. Un solo fuselaje puede ser un señuelo, un inhibidor y un arma en la misma operación. Esta versatilidad difumina la línea que separa la guerra cinética de la no cinética, complicando la toma de decisiones y retrasando las respuestas coordinadas. Los drones ya no son meras herramientas de guerra, sino plataformas de perturbación adaptables.
Las bases de la seguridad tradicional del espacio aéreo se construyeron en torno a amenazas previamente conocidas, como aeronaves rápidas a gran altitud, emisiones de radio constantes y firmas de radar lo suficientemente grandes como para destacar entre el desorden del fondo. Los drones rompen todos esos supuestos. Vuelan bajo y despacio, a menudo sin señales de radiofrecuencia, y presentan secciones transversales de radar tan pequeñas como las de los pájaros. Esto es importante porque la detección por radiofrecuencia ha sido durante mucho tiempo la columna vertebral de las operaciones de los CUAS. Cuando esa columna vertebral se debilita, el resto del sistema está en peligro. Un dron con RF silenciosa no sólo elude un sensor, sino que puede crear un punto ciego en toda una red de defensa. La lucha ya no consiste sólo en detectar drones, sino en anticiparse a las nuevas configuraciones antes de que aparezcan. Sin ese cambio de mentalidad, las defensas seguirán un paso por detrás de los atacantes, que pueden cambiar de forma de la noche a la mañana.
Aunque los vuelos silenciosos por radiofrecuencia sigan siendo una minoría a corto plazo, su impacto es desproporcionado. Obligan a los defensores a replantearse su combinación de sensores, a reciclar al personal y a reelaborar los procedimientos de respuesta. Cada ajuste requiere tiempo y recursos, que es exactamente lo que los operadores hostiles esperan aprovechar.
El descenso de las detecciones de radiofrecuencia es una advertencia, no una nota a pie de página. Indica que las tácticas a las que nos enfrentamos evolucionan más rápido de lo que se adaptan muchas defensas. Si las estrategias para contrarrestar los UAS siguen ancladas en un enfoque centrado en las radiofrecuencias, se pasará por alto una parte cada vez mayor de la amenaza. El futuro de la defensa del espacio aéreo pertenecerá a quienes puedan detectar drones independientemente de las señales que emitan.
Sección 5
La próxima generación de amenazas de drones se definirá menos por los propios fuselajes y más por la inteligencia, la conectividad y las tácticas que los sustentan. Estos sistemas ya están pasando del concepto al prototipo y al campo de batalla a un ritmo que supera los ciclos tradicionales de política, planificación y adquisición. La próxima oleada de capacidades pondrá a prueba tanto la forma en que detectamos los drones como la forma en que nos defendemos de ellos.
Las amenazas emergentes se dividen en tres grandes categorías:
Estas capacidades apuntan a un cambio fundamental: la lucha ya no será contra drones individuales, sino contra operaciones complejas y multidominio que abarcan el aire, la superficie, la subsuperficie y la tierra, a menudo apoyadas por la guerra electrónica, como la interferencia, la suplantación de identidad o el sabotaje digital. Las defensas diseñadas para un solo vector de amenaza fracasarán cuando se enfrenten a muchos actuando de forma concertada. La ventaja será para aquellos que puedan integrar sensores, interceptores y toma de decisiones en todos los dominios en una línea de detección inteligente y en red, conectada a los sistemas de defensa tan rápidamente como evolucione la amenaza. El campo de batalla del futuro pertenecerá al bando que pueda adaptarse no sólo a los nuevos drones, sino a formas totalmente nuevas de emplearlos.
Sección 6
La próxima generación de amenazas de drones se definirá menos por los propios fuselajes y más por la inteligencia, la conectividad y las tácticas que los sustentan. Estos sistemas ya están pasando del concepto al prototipo y al campo de batalla a un ritmo que supera los ciclos tradicionales de política, planificación y adquisición. La próxima oleada de capacidades pondrá a prueba tanto la forma en que detectamos los drones como la forma en que nos defendemos de ellos.
Las amenazas emergentes se dividen en tres grandes categorías:
Estas capacidades apuntan a un cambio fundamental: la lucha ya no será contra drones individuales, sino contra operaciones complejas y multidominio que abarcan el aire, la superficie, la subsuperficie y la tierra, a menudo apoyadas por la guerra electrónica, como la interferencia, la suplantación de identidad o el sabotaje digital. Las defensas diseñadas para un solo vector de amenaza fracasarán cuando se enfrenten a muchos actuando de forma concertada. La ventaja será para aquellos que puedan integrar sensores, interceptores y toma de decisiones en todos los dominios en una línea de detección inteligente y en red, conectada a los sistemas de defensa tan rápidamente como evolucione la amenaza. El campo de batalla del futuro pertenecerá al bando que pueda adaptarse no sólo a los nuevos drones, sino a formas totalmente nuevas de emplearlos.
Conclusión
La próxima generación de amenazas de drones se definirá menos por los propios fuselajes y más por la inteligencia, la conectividad y las tácticas que los sustentan. Estos sistemas ya están pasando del concepto al prototipo y al campo de batalla a un ritmo que supera los ciclos tradicionales de política, planificación y adquisición. La próxima oleada de capacidades pondrá a prueba tanto la forma en que detectamos los drones como la forma en que nos defendemos de ellos.
Las amenazas emergentes se dividen en tres grandes categorías:
Estas capacidades apuntan a un cambio fundamental: la lucha ya no será contra drones individuales, sino contra operaciones complejas y multidominio que abarcan el aire, la superficie, la subsuperficie y la tierra, a menudo apoyadas por la guerra electrónica, como la interferencia, la suplantación de identidad o el sabotaje digital. Las defensas diseñadas para un solo vector de amenaza fracasarán cuando se enfrenten a muchos actuando de forma concertada. La ventaja será para aquellos que puedan integrar sensores, interceptores y toma de decisiones en todos los dominios en una línea de detección inteligente y en red, conectada a los sistemas de defensa tan rápidamente como evolucione la amenaza. El campo de batalla del futuro pertenecerá al bando que pueda adaptarse no sólo a los nuevos drones, sino a formas totalmente nuevas de emplearlos.